jueves, 20 de marzo de 2025

Orígenes de la sociología

Su comienzo suele ubicarse en la primera mitad del siglo XIX.  Fundamentalmente por la amplitud de las transformaciones económicas y sociales surgidas en Europa y su expansión en el resto del mundo. La Revolución Francesa y la Revolución Industrial en Inglaterra, contribuyeron a romper los lazos sociales y de autoridad premodernos o precapitalistas, crearon una nueva sociedad, y toda una concepción de la vida y del hombre.

El nacimiento de una sociedad moderna, tras el resquebrajamiento del Antiguo Régimen y la sociedad feudal, produjo una gran preocupación en torno a cómo recuperar la estabilidad y el orden social. Surgen las naciones, los Estados centralizados, una nueva organización del poder y se expande el capitalismo.
En sus orígenes, la sociología aparece vinculada a una situación de crisis de la sociedad europea y sus fundadores, los franceses Saint - Simon y Auguste Comte, no sólo están interesados en explicar las dificultades, sino en diseñar un orden social estable. 
La teoría social surge entonces con una pretensión científica: explicar los cambios sociales que se produjeron en la época de transición hacia la nueva sociedad industrial.

La “cuestión social”

En el transcurso del siglo XIX en Europa, junto al crecimiento de las grandes ciudades y de la población, empeoraron las condiciones de vida de la mayoría de las personas. El declive de los valores comunitarios y la sensación de desarraigo y aislamiento, agravaron las condiciones de los trabajadores: hambrunas, epidemias, hacinamiento, mala calidad de vida en general.
No era lo mismo trabajar dispersos, en el campo, que trabajar hacinados y bajo el severo reglamento disciplinario de la fábrica, que comenzaba a parecerse a la prisión. Las nuevas condiciones de trabajo y de vida, que implicaron el tránsito de la vida rural a la vida urbana, marcaron el comienzo de un proceso de degradación de la situación obrera.
La pérdida del marco de la comunidad campesina y el brusco aumento de la población, fueron creando una mayor complejidad de las relaciones sociales.
Desde el siglo XVIII comienza a usarse el concepto "la cuestión social" para ponerle nombre al problema de la pobreza. El pauperismo fue la manifestación más flagrante del divorcio entre los derechos formales de ciudadanía y un orden económico significaba miseria y degradación social para amplios sectores de la población. El descontento de los trabajadores de las primeras generaciones industriales, comenzó a expresarse en distintas formas de protesta social: la destrucción de máquinas, las huelgas, el sindicalismo y el cooperativismo.
¿Cómo volver a introducir el orden en medio del desorden? ¿Cómo reconstruir vínculos de integración en la nueva y compleja sociedad industrial en donde los lazos sociales que ligan al individuo con la comunidad están rotos?
Con esta problemática, el eje vertebrador de la sociología moderna es la pregunta por el orden social.
Detrás de un pensamiento que busca captar "el significado total del mundo en su conjunto" también hay una búsqueda de respuestas a preguntas existenciales.
Pues bien, ¿cómo responder a los conflictos planteados por la ruptura de las formas tradicionales de asociación? ¿Cómo recomponer el orden y la cohesión de las sociedades cuando desaparecían los elementos integradores? ¿Cuáles son las ideas que sirven de base a la sociología?
Según el enfoque adoptado, tendremos distintas respuestas a las nuevas cuestiones sociales. Al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que el desarrollo de un campo conocimiento nunca es un fenómeno autónomo. Las producciones teóricas siempre dependieron de las condiciones históricas y sociales en que tuvieron lugar.

Para acercarnos a los cambios producidos, vemos un fragmento de la película "Tiempos modernos" de 1936


La condición obrera. El caso de Inglaterra
En el siglo XIX, la calidad de vida de la mayoría de las personas empeoró sustancialmente. En el contexto de la revolución industrial, los trabajadores se vieron obligados a movilizarse del campo a la ciudad. La explotación de la mano de obra se manifestó en distintos planos. En primer lugar, la jornada laboral duraba lo que duraba la luz del día. Cuando apareció el alumbrado artificial, el horario se incrementó en algunos casos, en jornadas de hasta 15 horas. En segundo lugar, los salarios serán en general muy bajos; no siempre se paga con dinero, a veces se pagaba con vales, que servían para comprar solo en determinadas tiendas. En tercer lugar, se prefería el trabajo de la mujer y del niño porque se pagaban bajos salarios y presentaban menos conflictividad. Por último, los barrios alrededor del núcleo urbano en donde vivían los obreros estaban en pésimas condiciones: sin agua ni luz.  
Frente a esta situación, se dio el ludismo: se llamó a la forma de lucha que adoptó la primera generación de obreros industriales ingleses, caracterizada por la destrucción de las máquinas. los trabajadores amenazan con destruir las fábricas ya que estas eran vistas como la fuente de todos sus males.

Modernidad y expansión del capitalismo

Con el siglo XVI comienza una nueva era, la edad moderna, en la que Europa expande su dominio por todo el globo terrestre. Esta expansión provoca inmensas transformaciones en todos los planos de la vida. El concepto de “hombre civilizado”, producto de las velocidades de cambio en Europa, será construido a partir del predominio de lo “cultural” sobre lo “natural” y de la “razón” sobre los “instintos”.
La irrefrenable expansión del capitalismo llevó a las potencias europeas a conquistar otros continentes que fueron subordinados a la nueva lógica del capital. La economía rompió los límites que la aprisionaba hasta conformar un mercado y un comercio mundial. Esto trajo aparejado, a su vez, y sale marcha atrás y desde el desarrollo de la navegación y las comunicaciones e inauguró el ciclo histórico del colonialismo.
En plena fase industrial, los países centrales se vieron obligados a avanzar frente a las demás potencias por la propia lógica de la competencia. Con la búsqueda de nuevos mercados, surge la división entre países industrializados y subdesarrollados o coloniales, son los que producen las materias primas para las economías mundiales.
Asimismo, la conquista de América, África, Asía y Oceanía implicó la dominación de los pueblos coloniales ubicándose como “hombre civilizado” el conquistador blanco y europeo asumió cierta superioridad innata frente a lo que consideraban las “razas inferiores”.
Durante el siglo XIX se transformó al mundo y una minoría de países europeos se convirtieron en economías industriales. El “progreso” que se consideraba inevitable, seguro de sí mismo, es la palabra clave de esta época. Las nuevas tecnologías, las nuevas fuentes de energía (como el carbón la electricidad y el petróleo), el desarrollo de la industria química, la revolución en los transportes (como los ferrocarriles y los barcos a vapor), y en las comunicaciones (el telégrafo, la radio, teléfonos, periódicos, cinematógrafo), imprimieron al clima de época un tono optimista: el progreso técnico estaba allí, bastaba recorrer las exposiciones universales organizadas en las grandes capitales europeas que exhibían las innovaciones.
Sin embargo, visiones pesimistas también aparecieron durante el siglo XIX. Los teóricos críticos del capitalismo interrogaron y pusieron en duda los progresos de la modernidad. La técnica no parecía liberar al hombre, sino que imprimía una deshumanización del trabajo en la fábrica. La progresiva mecanización y la división del trabajo provocaron una ruptura en la relación entre el trabajador y la actividad productiva global. El trabajo se redujo a una función parcializada y repetida mecánicamente.
La máquina se introdujo dentro del alma del trabajador y el cuerpo fue construido a partir de la maquinización: el autómata el hombre como un engranaje más de la maquinaria. El resultado es obvio: el enfrentamiento entre el hombre y su mundo social. Vale decir que el desarrollo del capitalismo y su expansión a nivel mundial generó una serie de antagonismos y conflictos sociales. Esto dio origen al problema social, preocupación del siglo XIX y a la sociología como disciplina.

Secularización y desacralización del mundo: ciencia, razón y sentido 

El conocimiento científico de la nueva sociedad vino a desplazar el lugar de la fe religiosa en el conocimiento, liberando a la razón de la fe. El lugar que ocupaban los ritos, la religiosidad y la ideología de la comunidad en el mundo pre-moderno fue reemplazado por otros ideales: la fe en el progreso, la ciencia, el individualismo, la competitividad y el laicismo, a partir de la separación de la Iglesia del Estado, las creencias religiosas pasaban a la esfera privada del individuo para ser ejercidas con total libertad. Todo lo que provenía del mundo feudal parecía ensombrecer las luces de la ciencia. El iluminismo expresa esta visión del mundo; había que desmitificar al mundo, liberarlo de la magia y del mito, a través de la razón. La superioridad del hombre reside, a partir de entonces, en la razón como nuevo dios laico, y el saber que no conoce límites. Con la caída del sistema feudal pierden importancia los valores trascendentes, y se resquebrajan viejos hábitos y modos de vida.
Se trata de un proceso de desacralización, de desencantamiento, (pérdida del halo sagrado presente en el mundo pre-moderno, fundado en la religiosidad).
En el mundo moderno, lo que importa principalmente es acceder a saberes operativos, que son fundamentales en una sociedad industrial para alcanzar la eficiencia económica.
Es en este contexto es que surge la sociología como producto teórico de los conflictos y avances de la modernidad y el nuevo sistema capitalista.

DOCUMENTOS: La aparición del capitalismo
Texto 1
"[...] Consideraremos al capitalismo como un sistema de producción pero también de relaciones sociales. En este sentido, la principal característica del capitalismo es el trabajo proletario, es decir, de quienes venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Para que esto ocurra debe haber un presupuesto: quienes venden su fuerza de trabajo no tienen otra forma de subsistencia porque han perdido -a diferencia de los artesanos o de los campesinos- la propiedad de los medios de producción. [...] Fue en el siglo XVIII que la Revolución Industrial afirmó el desarrollo de las relaciones capitalistas, en la medida en que la aparición de la fábrica terminó por afirmar la separación entre trabajo y medios de producción".

Bianchi, Susana. Historia social del mundo occidental: del feudalismo a la sociedad contemporánea. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, Col. Cuadernos Universitarios, 2005.

Texto 2
“Los dueños de las fábricas, ansiosos por mantener en funcionamiento sus máquinas día y noche mientras la industria fuera próspera, ocupaban a hombres, mujeres y niños en jornadas de trabajo de doce a dieciséis horas, de día y de noche.
Cuando comenzaba un período de dificultades económicas con baja en las ventas, los empresarios no dudaban en deshacerse de la fuerza de trabajo: despedían a muchos trabajadores, ya que en la puerta de la fábrica una larga fila de desocupados esperaba el momento en que los propietarios de las fábricas decidieran poner nuevamente en funcionamiento sus máquinas.
Cuando los patronos querían aumentar la producción hacían trabajar más duramente a sus trabajadores. Cuando era necesario reducir la producción, despedían a un número determinado de trabajadores o contrataban personal eventual para que trabajara sólo unas cuantas semanas o meses a cambio de sueldos miserables.
Las jornadas diurnas y nocturnas, absurdamente largas, deben haber provocado una disfunción en la eficacia de los trabajadores; durante algunas de estas interminables horas, el trabajo debe haber dado resultados negativos en vez de positivos”.

Deane. La revolución Industrial en Gran Bretaña. 

Texto 3
“Las influencias desfavorables, en los obreros, del trabajo de la fábrica son: 1. La desagradable necesidad de constreñir sus esfuerzos intelectuales y físicos a un paso igual al del movimiento de la máquina (...) 2. La persistencia en una posición recta, por espacios de tiempo demasiado largos (...) 3. La privación del sueño por la larga jornada de trabajo (...) Los locales de trabajo, frecuentemente, son bajos, deprimentes, polvorientos y húmedos, el aire impuro, la atmósfera recalentada, y continua transpiración (...) El muchacho de la fábrica no tiene un momento libre fuera del destinado a almorzar, y sólo entonce sale al aire libre (...)”
F. Engels. La situación de la clase obrera