lunes, 17 de marzo de 2025

CONQUISTA DE AMÉRICA


La llegada de los europeos a América y su conquista del territorio fueron el resultado de múltiples supuestos, intenciones y posibles respuestas que produjeron cambios; algunos drásticos y otros sólo perceptibles con el transcurso del tiempo.
Luego de siglos luchando contra el Islam en lo que se conoce como la Reconquista, los reinos de España lograron no sólo la recuperación del territorio, sino la conformación de un poder fuerte y estable, que se reafirmó con el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón en 1469. Pronto, la Corona se interesó por la expansión marítima y fue entonces cuando comenzó su competencia con Portugal, que se había lanzado a aquel emprendimiento con determinación.

Cristóbal Colón, con sus conocimientos y creencias, logró el apoyo para su proyecto y, tras él, diversos intereses se pusieron en juego. Hernán Cortés no sólo logró imponerse en Tenochtitlan, sino también despertar la ambición de quienes buscaban un lugar en el mundo. Los pueblos originarios, que ocupaban ese espacio desconocido para los europeos y cuya presencia resultaba alarmante para los recién llegados, presenciaron el fin de su mundo y tuvieron que poner en práctica diversas tácticas para subsistir.

Entonces, cuando los europeos se lanzaron al mar no sabían qué encontrarían ni cómo proceder una vez que estuvieran allí, y vieron en quienes habitaban esos territorios aquello que sus experiencias les permitían. Del mismo modo procedieron los habitantes del "Nuevo mundo", razón por la cual la confrontación entre las distintas cosmovisiones son el principio de esta historia.

EL PODER DE NOMBRAR

Con tres carabelas, con una tripulación ávida de riqueza y que apenas superaba los 80 hombres, con las provisiones que estimaba suficientes y alentado por la lectura de Marco Polo, Colón zarpó del Puerto de Palos el 3 de agosto de 1492.

Tras meses de navegar, cuando la escasez de agua y alimentos tornó insostenible la situación, Rodrigo de Triana avistó tierra y la anunció.

El 12 de octubre desembarcaron en una isla de las actuales Bahamas, a la que sin considerar que sus habitantes la llamaban Guanahaní denominaron San Salvador. 

La imposición de nombre no fue un hecho aislado ni carente de fundamento. Colón lo hizo con cada una de las islas que recorrió y del mismo modo procedieron quienes se lanzaron al mar tras él. El nombre adjudicado remitía a la fe que profesaban, como por ejemplo San Salvador y Santa María de la Concepción; o se relacionaba con la Corona de la cual eran súbditos, como Fernandina e Isabela; o bien se vinculaba a la localidad de donde procedían, como Trujillo o Córdoba.

La imposición de nombre es una forma de sustitución, porque borra lo existente hasta entonces e impone un nuevo carácter, y es también una forma de apropiación, pues define de acuerdo con criterios propios. Nombrar, entonces, es definir y definir es dominar.

EL TRATADO DE TORDESILLAS


En 1479, cuando Colón comenzaba a imaginar su llegada a Oriente navegando hacia Occidente, España y Portugal habían firmado el primer tratado (llamado Alcáçovas) para acordar qué le correspondería a cada uno como resultado de la expansión hacia el Atlántico. Indudablemente, era poco lo que para entonces se conocía a ciencia cierta, razón por la cual no era muy específico lo que establecía aquel acuerdo. Una vez conocido el resultado del primer viaje de Colón, España quiso asegurarse la mejor parte y recurrió al papa Alejandro VI para que arbitrara en el asunto. No sólo se trataba de la máxima autoridad reconocida en el mundo cristiano, sino que compartía intereses con la Corona de Castilla. Así, la bula Inter Caetera, trazaba una línea de polo a polo que pasaba a cien leguas hacia el oeste de las islas de Cabo Verde, determinando que los derechos hacia Occidente se reservaban para Castilla. Esta solución no fue del agrado de Portugal, quien hacía cerca de un siglo que navegaba por el Atlántico y podía presumir que aquel reparto la dejaría fuera de lo que pudiese haber en Occidente. El rechazo de Portugal promovió la firma del Tratado de Tordesillas en 1494, por el cual se corría la línea divisoria establecida en la bula papal hasta 370 leguas* al oeste de Cabo Verde. De este modo, Portugal consiguió asegurar la posibilidad de adjudicarse territorio americano, lo que poco después haría efectivo.

Legua: antigua medida de longitud. Dado que establece el trayecto que una persona puede recorrer en una hora, se la considera una medida itineraria, la cual puede abarcar entre 4 y 7 km. 

INDÍGENAS: SÚBDITOS Y MENORES

La Corona estableció que los indígenas eran súbditos. Esta situación benefició a muchos peninsulares que se aventuraron a los territorios descubiertos, y también cumplía con la Iglesia, pues no debemos olvidar que fue el Papa quien le había concedido a la Corona el dominio sobre las tierras "descubiertas y por descubrir" (1493). Pero aquella donación papal no había sido sin cargo alguno, ya que la Corona quedó comprometida a evangelizar, es decir, a transmitir el Evangelio. Por esta razón, la evangelización se convirtió en la justificación de la Conquista.

Por desconocer la verdadera fe profesada por la Corona, a los indígenas se los consideró jurídicamente como menores de edad y, por ello, se les asignó protección, la cual recayó en los encomenderos. A ellos les correspondía llevar a cabo la evangelización de sus encomendados, pero también tenían a su cargo la organización de la mano de obra indígena y esto les representaba un gran beneficio. De este modo, rápidamente, la pretendida protección mutó en explotación y así quedó definido lo que sería el sistema colonial.

LOS CONQUISTADORES

Las noticias que llegaban a Europa sobre las tierras conquistadas despertaron inquietudes en quienes mucho ambicionaban y poco tenían por perder. Lanzarse a cruzar el océano seguía representando grandes peligros, pero también significaba la posibilidad de conseguir riqueza, honra y fama, cuestiones que en una sociedad estamental, es decir, regida por jerarquías sociales, resultaban muy difíciles de lograr. Entonces, cruzar el Atlántico se convirtió para muchos en la posibilidad de sortear un obstáculo insalvable y también en la aspiración que impulsó aventuras y desventuras con el anhelo de convertirse en personas más reconocidas socialmente. Salvo pocas excepciones, quienes participaron de la Conquista no sólo respondían a ese perfil, sino que mayoritariamente carecían de escrúpulos en su afán de conseguir lo que buscaban. La navegación por el Atlántico era posible, había tierra firme y las ansiadas riquezas estaban allí. Pero llegar a América no sólo exigía coraje y ambición; quien quisiera convertirse en conquistador debía, además, conseguir el capital necesario y contar con la autorización de la Corona, o bien, transgredir la normativa.

EL COMIENZO DE LA GRAN INVASIÓN

Hasta fines de la primera década del siglo XVI, la ocupación española se limitó a Santo Domingo y las islas adyacentes. Pero cuando el oro y la mano de obra comenzaron a agotarse, los conquistadores se expandieron por el resto de las islas y avanzaron sobre el continente: en pocos años ocuparon Puerto Rico (1508), Jamaica (1509) y Cuba (1511), y llegaron hasta Colombia y Panamá. En 1513, Vasco Núñez de Balboa divisó el océano Pacífico, lo que reavivó la esperanza de llegar a las Indias orientales "navegando hacia Occidente". De esta forma, comenzaron a organizarse expediciones hacia el sur del continente en busca de un paso interoceánico.
Al mismo tiempo, Cuba y Panamá se transformaron en los nuevos centros de expansión desde donde se iniciaría la conquista del continente.

La conquista de México


Diego de Velázquez, gobernador de Cuba, tenía noticias de que la costa de Yucatán estaba habitada por pueblos "civilizados" y muy ricos. Apresurado por llegar al lugar antes de que lo hicieran otros conquistadores, designó a Hernán Cortés para que organizara la expedición. Velázquez sospechaba de la fidelidad de Cortés y decidió sustituirlo, pero aquel no acató la orden y partió rápidamente al mando de 11 naves y casi 600 hombres. Llegó a Yucatán y luego a Tabasco. A través de la violencia y de la negociación, dominó a los habitantes de la región, que le suministraron valiosa información y le entregaron, en prueba de reconocimiento y alianza, a una mujer llamada Malinche y más tarde bautizada como Doña Marina. Ella se convertiría en su intérprete, y fue una de las herramientas más eficaces para conocer y dominar a los mexicas.

Desde allí, Cortés puso rumbo hacia el oeste y tuvo su primer contacto con los emisarios de Moctezuma, el poderoso soberano de la confederación mexicana. La apariencia y las actitudes de los recién llegados hicieron creer a los aztecas que se trataba del regreso de Quetzalcoatl, el dios que había prometido volver para castigar a los mexicas. Los obsequios que traían los aztecas y el temor que manifestaban decidieron a Cortés a marchar sobre la ciudad de Tenochtitlan, aunque antes de hacer- lo resolvió el conflicto pendiente con Velázquez: en la costa fundó Villa Rica de la Veracruz, renunció a los títulos que había recibido y le envió al Emperador Carlos I parte del botín que había recogido y la primera de sus Cartas de Relación.

EL FIN DE LA CONFEDERACIÓN AZTECA

Cortés no sólo comprendió el temor que provocaba su presencia, sino que también pudo observar el resentimiento que tenían algunos pueblos que se hallaban bajo el poder de Tenochtitlan. En Tlascala, obtuvo una importante victoria sobre los tlascaltecas que le permitió forjar una alianza que resultaría fundamental para alcanzar su objetivo. Esta estrategia, que combinaba el poder militar y la diplomacia, fue sumando fuerzas a la hueste de Hernán Cortés al mismo tiempo que debilitaba el poder de Moctezuma. De esta forma, sin que el poderoso ejército azteca lo impidiera, los españoles entraron el 8 de noviembre de 1519 a Tenochtitlan, la fantástica ciudad que deslumbraría a los cronistas. Una vez allí, mediante engaños logró retener a Moctezuma en el palacio donde se alojaba: esto no sólo lo protegía frente a una posible conjuración, sino que además le permitía recoger información muy valiosa sobre las riquezas de la región. Pero con el correr de los meses aumentó la tensión y, a mediados de 1520, estalló la rebelión en Tenochtitlan. Tras una confusa situación que terminó con la muerte de Moctezuma -de acuerdo con los cronistas españoles, apedreado por su propio pueblo-, Cortés abandonó la ciudad y huyó a Tlascala. La sangrienta retirada en la que los españoles perdieron numerosos hombres, armas y gran parte del botín que habían obtenido parecía significar el fracaso de la conquista de México. Pero luego de fundar Segura de la Frontera, Cortés rearmó su ejército y volvió sobre Tenochtitlan para ponerle sitio. A mediados de agosto de 1521, la ciudad se rindió devastada por la guerra y por la epidemia de viruela que diezmó a la población. De este modo, Cortés se transformó en el héroe de la conquista de México y, en recompensa por sus servicios, el emperador Carlos I le otorgó los títulos de gobernador, capitán general y justicia mayor de lo que a partir de entonces se convertía en la provincia de Nueva España.

HACIA EL SUR DEL CONTINENTE

La conquista de México se convirtió en un verdadero motor de la expansión sobre el continente. Alentados por las noticias que circulaban en Panamá, entre 1524 y 1528, Francisco Pizarro, Diego de Almagro, Fray Hernando de Luque y Bartolomé Ruiz llevaron adelante varias expediciones que les permitieron confirmar los rumores. Sin el apoyo del gobernador de Panamá, que se negaba a autorizar la conquista, Pizarro recurrió directamente a la Corona y, en 1529, firmó con el Emperador Carlos V la capitulación que autorizaba la empresa y le otorgaba el título de adelantado, gobernador, capitán general y alguacil mayor de las tierras por conquistar; Almagro, por su parte, fue nombrado gobernador de Túmbez, en la frontera norte del Incanato; a Luque se lo designó obispo de ese lugar y "protector de indios", y Ruiz se convirtió en Piloto Mayor del Mar del Sur.

La conquista del Tawantinsuyu

Los conquistadores partieron de Panamá en 1531 y, a medida que avanzaban sobre Túmbez, se enteraron de que aquella región dominada por los incas atravesaba un período de crisis. Tras la muerte del Inca Huayna Capac, su hijo legítimo Huáscar había quedado a cargo del imperio, pero su hijo ilegítimo Atahualpa, que gobernaba Quito, había iniciado, en 1530, una sublevación con el objetivo de apropiarse del poder. De manera semejante a lo que Cortés había hecho en México, los españoles sacaron partido de las divisiones internas y del carácter divino que los indígenas les atribuyeron en un primer momento. Pizarro se dirigió a Cajamarca, donde se había instalado Atahualpa después de derrotar a Huáscar. Tras un confuso episodio, el Inca fue tomado prisionero. En un desesperado intento por salvar su vida y su prestigio, Atahualpa ofreció, a cambio de su libertad, una habitación repleta de oro y plata. Pizarro y sus hombres tuvieron delante de sí un tesoro de valor incalculable, que estimuló aún más su codicia. El botín, que creció aún más gracias a los saqueos realizados, se repartió de la manera que había sido pactada: una vez separado el porcentaje que correspondía a la Corona (20%), el resto se distribuyó entre los integrantes de la hueste. El beneficio económico fue tan grande que "ningún soldado se enriqueció tanto, en tan poco tiempo y sin riesgo”

LA ENTRADA AL CUSCO Y LA DIVISIÓN DEL TERRITORIO

Tras realizar la parodia de un "juicio", en agosto de 1533, Atahualpa fue condenado a muerte y ejecutado. Pocos meses después, los españoles entraron a Cusco, "el ombligo del mundo", la magnífica capital del Tawantinsuyu. Allí nombraron Inca a Manco Capac para mantener una autoridad local que diera una imagen de continuidad y que lograra apaciguar los numerosos focos de resistencia indígena que habían surgido. La expansión sobre América del Sur no se detenía y el emperador Carlos V, tras recibir los primeros frutos del saqueo al Incanato, estableció una división territorial que intentaba delimitar la jurisdicción que correspondía a cada conquistador. De todos modos, esto no evitó los conflictos y enfrentamientos, que terminarían provocando una larga y sangrienta guerra civil y que, finalmente, se resolverían únicamente con la intervención de la Corona.

Las peleas entre los conquistadores y la intervención de la Corona

Mientras los españoles avanzaban sobre el Tawantinsuyu, estalló una rebelión indígena liderada por Manco Capac, que sitió Cusco entre 1536 y 1537. Al año siguiente, esta rebelión se extendió al macizo de Vilcabamba. Por entonces comenzaron las peleas entre las facciones encabezadas por Pizarro y por Almagro, quien fue ejecutado y sus seguidores, perseguidos. Cuando las noticias llegaron a España, Carlos V decidió enviar a un juez para que resolviera la cuestión, pero la guerra civil no se detuvo. Tras el asesinato de Pizarro, los enfrentamientos entre "pizarristas", "almagristas" y los enviados del emperador español se prolonga- ron durante varios años. Gracias a los "conquistadores", la Corona había incorporado al dominio imperial un extensísimo y muy rico territorio. Pero el poder y las atribuciones que estos hombres habían recibido en su momento hacía que se tornara muy difícil controlarlos a la distancia.

Tras la ejecución de uno de sus enviados, el Emperador encargó al sacerdote Pedro La Gasca que "pacificara" la región. Hacia 1548, aun cuando se mantenían algunos focos de insurrección que serían controlados en los años siguientes, la Corona había restablecido su poder sobre el territorio. A partir de entonces, y del mismo modo que había sucedido en México poco tiempo antes, el gobierno del Perú ya no estaría en manos de "adelantados" ni de "conquistadores", sino de "funcionarios" que debían rendir cuentas al rey.

EL PODER DE DESARTICULAR

Las armas de fuego y los caballos provocaron desconcierto y miedo en los pueblos originarios, ya que por primera vez se enfrentaban a ellos.

Pero pronto, los aborígenes comprendieron que los caballos eran animales y unidades separadas del cuerpo del conquistador y que las armas se oxidaban y la pólvora se humedecía.

Si bien las armas y los caballos resultaron útiles para la Conquista, fue la desarticulación lo que la posibilitó. Su impacto podríamos pensar que fue directamente proporcional a la complejidad de la organización propia de cada una de las diferentes sociedades que fueron conquistados.

Así, al quebrarse el mecanismo por el cual funcionaba el Tawantinsuyu, que se basaba en el sistema de intercambio y redistribución, rápidamente sufrió la falta de bienes necesarios para subsistir. La provisión de los alimentos se vio interrumpida pero, del mismo modo, se dejaron de lado las celebraciones, los rituales y las fiestas, consideradas indispensables por las sociedades andinas para el sostenimiento del equilibrio de su universo. Por otro lado, muchos de los elementos de la naturaleza, como los cerros o los cursos de agua, considerados manifestaciones de carácter divino, fueron arrasados por nuevas formas de explotación de la tierra. Los traslados de población con el propósito de disponer de mano de obra, sin tomar en cuenta las características del ambiente y las distancias, rompieron los lazos que sostenían a las comunidades entre sí y el de ellas con la naturaleza.
Otras sociedades sufrieron el impacto de la Conquista de modo diferente, pero ninguna escapó a él.

Comercio entre América y la Corona española



1. Describe los hechos que llevaron a la llegada de Colón a América. 
2. ¿Por qué el texto remarca la imposición de un nombre?
3. ¿Qué fue el Tratado de Tordesillas?
4. ¿Cómo eran considerados los indígenas según la Corona española?
5. ¿Cuál fue la relación entre conquista e iglesia?
6. ¿Cuáles eran las características de los conquistadores españoles?
7. Describir cómo fueron las conquistas de México y Perú. 
8. ¿Qué consecuencias trajo la Conquista en el territorio americano?